
Para evitar que las topadoras lleven a cabo esta destrucción, tres activistas de Greenpeace instalaron un campamento a veinticinco metros del suelo, sobre tres de los árboles más altos del lugar. Aseguran que pasararán allí todos los días y noches que sea necesario, monitoreando la zona y resistiendo, hasta que la Ley de Bosques sea finalmente aprobada.

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